domingo, 10 de octubre de 2010

Carta abierta al Gobernador

Lic. Guillermo Padres Elías
Gobernador Constitucional de Sonora
P R E S E N T E

Antes que nada, un saludo afectuoso para usted y su familia, especialmente para sus hijos Diego y Guillermo, que seguramente estarán echándole muchas ganas a sus quehaceres para forjarse como hombres de los que sus padres y su Patria se sientan orgullosos.

Hablo de sus hijos porque son lo mejor que uno tiene en esta vida. ¿Qué no haría uno por ellos?

Yo también tengo dos, muy distintos entre sí; con aficiones y caracteres diferentes, pero igualmente aplicados en lograr lo que han elegido ser.

No es la intención quitarle tiempo, Gobernador, pues entiendo que su agenda se encuentra saturadísima por estos días, como para ocuparse de asuntos tan domésticos y probablemente tan ajenos, así que paso a resumirle el motivo de esta carta.

Se trata del menor de mis hijos; quizá lo recuerde, pues le tocó estar a su lado cuando leyó el mensaje a la delegación de atletas que nos representó en la pasada Olimpiada Nacional.

Se llama Alí Soto Macías y creo que a su esposa y al profesor Óscar Ochoa Patrón les cayó bien, pues estuvieron plática y plática; risa y risa todo el evento.

El asunto es que una semana antes de la Olimpiada, Alí tuvo que ser intervenido quirúrgicamente, de emergencia, y se perdió la Olimpiada y también el Panamericano que se realizaría en Brasil, a donde había sido convocado para defender la medalla de oro que ganó un año antes en Nicaragua.

Por cierto, en Nicaragua no sólo se convirtió en el primer varón sonorense en traerse el oro panamericano, sino que su desempeño lo hizo agenciarse el trofeo al mejor luchador en estilo grecorromano, una presea que ningún otro mexicano tiene.

No pretendo agobiarlo, Gobernador, con una apología de la carrera deportiva de Alí. Su currículum habla por él, y sus medallas de oro en torneos nacionales e internacionales lo avalan como un prospecto, a decir de sus entrenadores y del Fideicomiso CIMA, para competencias mayores.

El caso es que a pesar de ello, le fue retirada la beca que Codeson le otorgaba por su medalla de oro en la Olimpiada 2009 (500 pesotes) y su oro panamericano (mil pesotes): Un total de mil 500 pesos que no son mucho, cierto, pero de algo le sirven a un morro que además tiene que desplazarse en camiones, ahora que Codeson también suspendió el servicio de transporte a la escuela, debido a la falta de dinero para gasolina.

El argumento para retirarle la beca, es que el muchacho no compitió en la Olimpiada 2010.

No podía hacerlo, debido a que los médicos le recomendaron, después de su intervención quirúrgica, reposo total por un par de meses.

Debo precisar que el Fideicomiso CIMA (Compromiso Integral de México con sus Atletas), tiene a Alí en su lista de becarios, y le mantuvo su beca de dos mil pesos una vez que justificó su ausencia del Campeonato Panamericano 2010 en Manaos, Brasil, con los documentos del hospital donde fue operado.

El motivo de la permanencia de Alí en esa lista, según el portal de CIMA, es que se trata de un deportista en “perspectiva con posibilidades de desarrollo a largo plazo”.

Eso no ocurrió en Sonora. Nada de eso se tomó en cuenta. Aquí simplemente se le retiró la beca “por normatividad”, como me dijo por la vía telefónica el director de Codeson, Vicente Sagrestano Alcaraz.

El señor Sagrestano me dijo que si quería que le restituyeran la beca, tenía que mandar un oficio al secretario de Educación, Óscar Ochoa Patrón, pues los recursos para becas provienen de la SEC.

Le dije que lo haría y que además, le enviaría otro a usted. Me dijo que estaba bien, que lo hiciera.

Le dije que lo haría a través de esta columna, porque luego podría resultar que se atravesara alguna “normatividad” y usted no se diera por enterado de lo que pasa.

El señor Sagrestano se alteró un poco y me dijo que esas no eran las formas, pero que le hiciera como quisiera y que si quería “echar chingazos”, que los echara, porque a él no le hacían nada.

Se cuidó, eso sí, de puntualizar que si lo hacía, “el morro puede perder todos los beneficios que tiene”.

Y como eso sí me sonó a amenaza, es que acudo a usted para ponerlo al tanto de los hechos, pues temo que en su impulsividad, el señor Sagrestano (al que no le hacen nada los columnazos, pero en cuanto colgó conmigo ya estaba hablando con alguno de los editores de medios donde se publica El Zancudo) tome algún tipo de represalia contra Alí; ya ve que cuando se trata de pasar a perjudicar a alguien, la “normatividad” no cuenta mucho.

La “normatividad” no cuenta mucho, tampoco, a la hora de contratar una coordinadora de enseñanza de inglés para los atletas, lo cual es muy loable, aunque no sé bien a bien qué diga la normatividad en el caso de que la coordinadora sea la esposa del actual director.

Señor Gobernador, no lo entretengo más. Enviaré el oficio al profesor Ochoa Patrón, para respetar la normatividad. Confío en que el profesor tiene la sensibilidad para atender el caso.

Me preocupa, sin embargo, que la presunción de ser integrante de su inner circle signifique una patente de corso para hacer y deshacer en el servicio público, porque eso despide un desagradable tufillo a un pasado no del todo grato.

Me preocupa especialmente, porque es muy probable que el señor Sagrestano se vaya dentro de muy poco tiempo a buscar nuevos aires, en pos de un cargo de elección, mientras los atletas seguirán ahí batallando en el día a día, más de lo que deberían batallar aquellos que, como Alí, han “dejado el cuero” -como se dice-, para orgullo de sus padres y de su patria.

Me preocupa que su discurso sobre la humildad y contra la soberbia; por la transparencia y contra la corrupción; a favor de la honestidad y la inclusión; contra el nepotismo, se diluya en un ejercicio de las políticas públicas muy parecido al del pasado, aunque debo reconocer que al menos en el rubro deportivo, las cosas marchaban mejor.

Pero si en el mesón del boursismo no había platos para todos, en el del padresismo por lo visto, quebraron casi toda la vajilla.

Y está bien. Entiendo que ni ayer ni ahora cabemos todos, y que hay que rascarse con las propias uñas.

Nada más un favor le pido, encarecidamente: No l’iace que no me dé; nomás con que no me quite.

Le saludo con el afecto de siempre, deseándole lo mejor para usted y su familia, especialmente a sus hijos, porque, ¿qué no haría uno por ellos?

Arturo Soto Munguía
Autor de la columna El Zancudo
Hermosillo, Sonora.

elinformante

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