lunes, 6 de julio de 2015

El Niño de Obregón

Por Roberto Lastra Morales

Jamás se encontrará para apreciar, algún atardecer a la orilla del mar, de esos construidos ex profeso para enamorados o no pero igualmente dejar fijo en alguna tarjeta postal.

No le será posible admirar el color escondido entre los árboles, el color de su ropa, el color del paisaje, las alas de los pájaros, las rayas del gas expulsadas por aviones, allá a lo lejos, por encima de su inocente mollera.

No sabrá explicarse, la volatividad de una esfera de jabón, que se eleve y de pronto nada quede en el espacio.

No podrá contar con la imaginación suficiente, y buscar en las alturas ciertas figuras en la tan extensa cantidad de aborregadas nubes.

Tampoco contará con la capacidad de distinguir las clases, tipos o razas de perros cuando escuche los respectivos ladridos bajando en cadena de la loma a la llanura.

Innecesario será que le ofrezcan instrucciones y alguien le sugiera en fuerte voz: -"Voltea para acá"-, previa enseñanza a cierta edad sobre ubicar cuál es el lado derecho o el izquierdo.

No estará en condiciones de notar el cambio cromático del cabello en el abuelo.

Quizás, probable sea, algún día, calcular medianamente acerca del tamaño de los tiempos, pero jamás de los jamases se apropiara de la curiosidad infantil ante el movimiento constante del segundero en el pecho del reloj.

Nunca de los nuncas, será alcanzable destruir la lanceta junto al resto de un mosquito transmisor del triste dengue ni de esos otros, a través de una palmada.

¿Qué podrá representar para este ser humano, un balero, un simple trompo, unas canicas, la rayuela, el jueguito proletario del bote robado?

¿Le parece poco, Señor Doctor, Señora Institución, Presidente Señor? y, ¿Usted que piensa extensa Sociedad?

Autor: ROBERTO LASTRA MORALES

San Luis Río Colorado, Sonora.

E-MAIL: soy.rlastra@hotmail.com

elinformante

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