Lo corrupto es, como sabemos, lo putrefacto, lo podrido. Pero cuando trasladamos la palabra al terreno de lo gubernamental, el asunto no es tan sencillo.
Comprender la corrupción como un problema gubernamental es algo bastante novedoso. Si bien no es algo que haya empezado en este sexenio federal, el tema no va más allá de inicios de la década de los años noventa del siglo pasado.
Se le comprendió, entonces, como un asunto cultural propio de los arreglos que se presentaban y podían observarse dentro de la estructura gubernamental.
Unos diez años después, coincidente con el primer sexenio panista federal, a la corrupción se le entendió como la ausencia de transparencia. Y no es que haya sido idea original del panismo: México sólo se sumó a una ola internacional muy potente. Coincidió con la alternancia y le vino bien al discurso, ni más ni menos.
Al regreso del priísmo en lo nacional, pero sobretodo por aquello de “La Casa Blanca” mexicana, el tema se fortaleció. Tácitamente se aceptó que la corrupción no era sólo ausencia de transparencia, sino algo más complejo. Terminó decidiéndose se trataba de algo tan complicado que, para enfrentarle, haría falta la estructuración del más complejo entramado organizacional y el rediseño de varias leyes. Y se crearon los sistemas anticorrupción.
En todo ese recorrido, la verdad es que no se aclaró mucho qué es, exactamente, la corrupción. Y si así ha sido el camino a una definición, su medición es todavía peor.
La corrupción suele escurrirse entre los dedos de los esfuerzos que intentan capturarle por algún medio estadístico. Solo los muy avezados han dado un paso adelante, superando dudas y enfrentando críticas.
Sonora es la única entidad en el país que se ha dado a la tarea de aplicar una encuesta que permita tener una fotografía de la corrupción, y tener esa información por municipio. Y no lo ha hecho en una ocasión sola, sino en dos.
Se trata de un esfuerzo del Instituto Superior de Auditoria y Fiscalización (ISAF) en coordinación con el INEGI. El 22 de febrero, se presentó el segundo ejercicio. Su nombre completo es “Encuesta sobre la percepción e incidencia de actos de corrupción en el estado de Sonora 2020”.
¿Novedades?
Aquí lo más reciente.
En los resultados del agregado estatal, lo primero que se observa es una disminución en el porcentaje de las personas que dijeron que creen que la corrupción es una práctica muy frecuente: pasó del 41 por ciento en 2018 al 29.2 por ciento en 2020. Buena noticia esta disminución.
También disminuyó el porcentaje de personas que consideran que en los gobiernos municipales y sus policías es donde de manera más frecuente se presenta la corrupción. Donde se observa un incremento es en las dependencias e instancias de los gobiernos estatal y federal pues mientras que en 2018 apenas el 2 por ciento consideraba que ahí era frente la corrupción en el ejercicio de 2020 esta cifra se incrementó a 8.1 por ciento de los encuestados.
Otra novedad es que el porcentaje de personas que consideraron que la corrupción se presenta en los municipios de manera frecuente o muy frecuente bajó de 64 por ciento de los encuestados en 2018 a 56 por ciento en 2020.
Bajó el promedio pero algunos municipios se mantienen por arriba del mismo. Es el caso de San Luis Río Colorado, Guaymas, Caborca, Empalme, Nogales, Cajeme, Altar, Puerto Peñasco. Quienes en el anterior ejercicio estaban por encima del promedio y en este quedaron por debajo del promedio, es decir, mejoró la percepción ciudadana en esta materia son: Arivechi, General. Plutarco Elías Calles, Hermosillo, Yécora y Santa Ana.
Entre ambos ejercicios hubo variaciones en la metodología. Las comparaciones, como puede suponerse, sólo ilustran una parte del pulso de este fenómeno con vida propia. Faltarán más análisis y una aproximación final al asunto, pero la información ya está y eso hay que reconocerlo.
*Profesor-investigador en El Colegio de Sonora.
elinformante
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