Por Juan José Razzo
La encíclica Laudato Sí del Papa Francisco sobre el medio
ambiente, causó diferentes reacciones en el mundo, en un momento en que la
Tierra clama por un mejor trato, pues de no hacerlo todos los humanos estamos
en riesgo de sufrir las consecuencias de nuestras propias acciones y las de los demás.
Laudato Sí significa "Alabado Seas"; y en el
punto 15, el máximo líder de la Iglesia Católica nos dice:
Hago una invitación urgente a un nuevo diálogo sobre el modo
como estamos construyendo el futuro del planeta.
Necesitamos una conversación que nos una a todos, porque el
desafío ambiental que vivimos, y sus raíces humanas, nos interesan y nos
impactan a todos.
El movimiento ecológico mundial ya ha recorrido un largo y
rico camino, y ha generado numerosas agrupaciones ciudadanas que ayudaron a la
concientización.
Lamentablemente, muchos esfuerzos para buscar soluciones
concretas a la crisis ambiental suelen ser frustrados no sólo por el rechazo de
los poderosos, sino también por la falta de interés de los demás.
Las actitudes que obstruyen los caminos de solución, aun
entre los creyentes, van de la negación del problema a la indiferencia, la
resignación cómoda o la confianza ciega en las soluciones técnicas.
Necesitamos una solidaridad universal nueva. Como dijeron
los Obispos de Sudáfrica, «se necesitan los talentos y la implicación de
todos para reparar el daño causado por el abuso humano a la creación de Dios»[22].
Todos podemos colaborar como instrumentos de Dios para el
cuidado de la creación, cada uno desde su cultura, su experiencia, sus
iniciativas y sus capacidades.
elinformante
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