domingo, 25 de agosto de 2019

El mundo al revés de la 4T

Por Nicolás Pineda*/Tomado de Portales de El Colegio de Sonora

Estoy a favor de la 4T. Ésta la defino como un nuevo régimen político exento de corrupción. Soy de los que consideran que ya era hora de superar el viejo régimen de botín y simulación establecido por el PRI y que el PAN no supo cómo superar. Había que parar la corrupción. No era posible mejorar o desarrollarse como país con un sistema donde la corrupción, en vez de disminuir, iba aumentando. 

El cambio de jerarquía de valores en los que la corrupción ya no sea el modo de hacer política o de gobernar es en sí mismo un gran avance, si se logra.

Y sin embargo, AMLO y el gobierno de la 4T están tomando caminos que no conducen la erradicación de la corrupción. Lo que están construyendo es de corto plazo; el cambio o transformación que se requiere es de largo plazo. Se está construyendo un maximato populista, cuando lo que se requiere es un Estado democrático fuerte e institucional, con régimen de ley y rendición de cuentas.

Centralismo personal en vez de instituciones

El Estado mexicano ha sido tradicionalmente débil. Precisamente por ser corrupto, no era capaz de imponer el imperio de la ley a todos los grupos sociales ni en todo el territorio. 

Todavía tenemos muchos grupos o regiones en los que no se aplica la ley de modo parejo, hay privilegios y grupos de excepción. Para impulsar el Estado de derecho se require construir instituciones de justicia fuertes, profesionales y autónomas.

El gobierno de AMLO ha estado trabajando en la construcción de una guardia civil-militar, pero no se ve clara la transformación, profesionalización y autonomía del aparato impartidor de justicia ni instituciones de gobierno fuertes. Tampoco se está transformando ni profesionalizando a las policías y aparatos de justicia de los gobiernos locales. 

Hasta ahora solo se aprecia la centralización en un solo poder personal y el debilitamiento y la eliminación de instituciones autónomas o profesionales existentes, tanto a nivel nacional como en los estados y municipios.

Es una especie de trampa o círculo vicioso que debe de romperse. No se apoya a las instituciones autónomas porque son corruptas, pero no van a ser honestas porque se les centralice y se subordine al gobierno de una sola persona. Las instituciones perduran, las personas pasan. 

La persona podrá ser honesta hoy, pero mañana otra de seguro no lo será. Las personas son más limitadas que las instituciones; la ineptitud de una persona puede ser superada por medio de controles y contrapesos institucionales.

Pueblo en vez de ciudadanía

Un Estado democrático fuerte se basa en una ciudadanía fuerte e independiente. El ciudadano no es un sujeto pasivo que solo recibe, sino que también aporta y cumple sus obligaciones; trabaja, emprende, se organiza. El ciudadano es desconfiado de los gobernantes, reclama sus derechos, pero también contribuye, aporta soluciones y resuelve problemas sociales. 

El ciudadano fuerte solo se puede desarrollar con instituciones de gobierno y de justicia fuertes en las que pueda ejercer sus derechos; que le exijan que cumplan sus obligaciones o lo sancionen si no las cumple.

Y sin embargo, en la 4T no existe la palabra ciudadano. 

Se sustituye por la idea de un pueblo, bueno y sabio, amorfo e idílico, pobre y dependiente, que es agradecido por los apoyos y beneficios que recibe del líder. Los programas sociales de AMLO no eliminan viejas corruptelas, solo les sacan la vuelta; no empoderan, ni organizan, ni crean ciudadanía; solo crean dependientes. Tampoco impulsan el espíritu emprendedor o la microempresa familiar; solo el Estado benefactor. 

*Profesor-investigador en El Colegio de Sonora

elinformante 

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