Por Juan José Razzo
Usted se encuentra en su sillón, viendo tranquilamente su programa favorito en el televisor, cuando se repente alguien toca la puerta de su domicilio. Acude a abrir con cierta molestia.
En el otro lado de la puerta observa a varios individuos, quienes le afirman que van de parte de la ONU y le dicen llanamente que las tierras que actualmente ocupa, su lote, su casa, pertenecen desde hace 2 mil años a los indígenas de la tribu Cucapá y que después de cientos de años se las van a regresar a la etnia. Entonces le dan un plazo de 72 horas para abandonar su domicilio sin ninguna retribución.
Usted seguramente pensará que es una broma de muy mal gusto, y posiblemente les responderá con insultos, pero déjeme decirle que esta situación trágica fue real y la vivió toda una nación.
Aunque el proceso de invasión inició desde antes en Palestina, se recrudeció en los años cuarenta del pasado siglo XX, en especial después de 1945 una vez terminada la Segunda Guerra Mundial y al aprovechar una campaña iniciada a raíz de esa conflagración -que merece un análisis aparte- y en la que se habló del "sufrimiento del pueblo judío".
Dicha jornada de desinformación mundial tuvo buenos resultados, de tal forma que se justificó la colonización sionista del territorio palestino, al declarar que eran tierras deshabitadas y que nadie las necesitaba.
La realidad es que más de 10 millones de árabes palestinos fueron masacrados, asesinados, desterrados, desposeídos de sus bienes y esta cruzada violenta del sionismo imperialista continúa a la fecha, pero como es sostenida por inmensos capitales pocos avances se han derivado de la resistencia contra este abuso.
En aquel entonces no había televisión, ni internet y ni satélites de comunicaciones, por lo que puede decirse que dicho genocidio pasó inadvertido para la opinión pública mundial.
Cuando menos a la fecha se ha obtenido el reconocimiento en diversos países de la legitimidad de la lucha para liberar a Palestina, como es el hecho de que el 28 de noviembre fue declarado el Día Mundial de la Solidaridad con el Pueblo Palestino.
Si decimos que la jornada de desinformación continúa es porque todavía en la actualidad, principalmente por medio de la religión y también con argumentos infantiles se trata de justificar la presencia sionista en Palestina.
Uno de los principales argumentos es que el pueblo judío es el escogido de Dios, pero permítanme decirles que en ninguna parte de las escrituras sagradas se dice tal cosa. Los escogidos de Dios son aquellos que hacen su voluntad, sean de la nacionalidad que sean, ya que en el Reino espiritual: "... a todos los que le recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios, es decir, a los que creen en su nombre, que no nacieron de sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino de Dios".
Incluso en el Pentateuco judío, o Antiguo Testamento como es conocido para los cristianos, está claramente escrito que personas de diferentes naciones y orígenes fueron hechos hijos de Dios por obediencia y fe. En ninguna parte se predestina la bendición divina a una raza específica por el sólo hecho de la herencia carnal.
Otro argumento es que hace más de 3 mil años los judíos se establecieron en Tierra Santa, hasta que fueron sustraídos por los romanos y por eso deben volver a ella. Bajo esta premisa todos los blancos y mestizos deberían ser desalojados de toda América, para dejarla solamente a los amerindios quienes fueron los primeros que llegaron a colonizar.
Sobre la base de ese argumento deberían hacerse múltiples destierros de diferentes razas en todos los continentes, por lo que precisamente dicha situación carece de toda lógica.
En la mayoría de los sistemas legales del mundo, tras cierto tiempo un ocupante obtiene la posesión de un terreno. En México son cinco años de buena fe y diez años de mala fe. Debemos entender que los árabes palestinos tienen en dichas tierras de Medio Oriente más de mil 500 años.
Así, se ha creado toda una continuidad de mentiras y desinformación para justificar la ocupación sionista de Palestina, la cual se pretende hacer ver como un acto humanitario cuando la realidad es que se trata de una incursión del capitalismo en busca del petróleo árabe.
elinformante
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