Redacción
Hay adioses bienvenidos, reza un verso de algún poema de Mario Benedetti. Esto, que se adivina como una especie de oxímoron, es en realidad un suceso histórico para las culturas indígenas de Sonora en general y para el pueblo seri en particular: será la primera vez que dos piezas de artesanías de etnias sonorenses serán expuestas en el Museo del Palacio de Bellas Artes en la Ciudad de México.
El equipo de exposiciones del Museo del Palacio de Bellas Artes y Córdova Plaza, en coordinación con el comisario de la Unidad Regional Sonora de Culturas Populares, Fidel González Ríos, la directora del Museo Comcáac, Alejandrina Espinoza Reyna y la Jefa de Curaduría del Museo de Arte de Sonora (MUSAS), Mónica Villegas, pertenecientes al Instituto Sonorense de Cultura (ISC), estuvieron presentes en todo el protocolo de resguardo y traslado de las dos piezas Comcáac, que estarán viajando a la Ciudad de México.
Las dos piezas de artesanía seri, cada una con sus intrahistorias, producto de una cosmogonía centenaria de vivencias, tradiciones orales, saberes que se pasan de generación en generación, forman parte de la exposición “Disrupciones y resonancias. Diversidades visuales de México”, que se presentará en el Museo de Bellas Artes del 20 de enero al 10 de abril de este año. Dicha exposición ha sido conceptualizada en el marco de la conmemoración del bicentenario de la consumación de la Independencia y los cien años de la Exposición Nacional de Arte Popular y la publicación de “Las artes populares en México”, obra icónica del artista Gerardo Murillo, mejor conocido como ‘Dr.Atl’.
Las dos cestas seleccionadas para integrar la exposición epitomizan la historia de la nación Comcáac. La primera cesta, llamada Saaptim y realizada durante un lapso de 5 años (1987-1992) por la señora María Elena Romero de la comunidad de El Desemboque, en el municipio de Pitiquito, es una obra hermosa, detallada hasta en su fibra más pequeña y que relata un universo único y singular. Saaptim, que deriva de “Saa” (“voy a tejer”) y “ptim” (“estar dormido”), hace alusión a esa tradición en la que las mujeres tejían mientras sus hijos dormían. La segunda cesta, más pequeña y ovalada, data de muchos años atrás y se cree que servía de cuna para los pequeños.
El material y la elaboración de los cestos forma parte de todo un proceso ritualistico: desde la recolección del torote (planta desértica) hasta su desarrollo, la producción de las cestas son antítesis de esa fetichización que hace el canon occidental de la aceleración. Su creación es un diálogo con la naturaleza, con las estrellas, con los animales. Y así, cuando las concluyen, se lleva a cabo una celebración en su honor y para toda la población.
Es un adiós bienvenido. Y es un lujo que dos piezas con tanta historia se presenten en el Museo del Palacio de Bellas Artes.
elinformante
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