Por Juan José Razzo
Los suicidios recientes de policías en Sonora podrían tomarse para la mayoría como una estadística más pero revelan un lado perturbador del acontecer de la seguridad pública.
Entre los uniformados preventivos las tasas o índices de suicidio son tres o cuatro veces más altas que en la población civil –ya altas de por sí-, cifras puede encontrar en miles de apuntes de internet, no nada más de México sino de muchos países. Este problema tiene que ver con la tensión emocional de ese trabajo.
Se puede comparar con los soldados, quienes debido al estrés pre, durante y postraumático a las guerras también toman sus vidas con frecuencia o cometen actos brutales y crímenes de guerra. De hecho los elementos preventivos viven un conflicto bélico desde hace años.
Eso explica la actitud que todo el personal de la comandancia local toma contra los detenidos, abuso físico desde la detención, los insultos de la mujer que les toma las fotos, el sarasa juez calificador flaco de lentes quien aparte de pedir dinero también insulta a las personas aseguradas y decide el encarcelamiento arbitrario. Todos ellos muestran signos evidentes de grave perturbación mental.
La situación podría remedirse si estas personas estuvieran sujetas a exámenes psicométricos periódicos y darles mayores tiempos de descanso, como se está legislando ahora con los trabajadores comunes. Son medidas estándar en muchos países. Pero en México al eliminarse los subsidios a las policías municipales y estatales durante este sexenio, eso no aplica porque son temas que requieren presupuestos abundantes.
Mas en esto también tienen responsabilidad los jefes policiacos y las autoridades locales, los cuales se desconoce si no toman control del personal por negligencia, incapacidad o de manera intencional… o todo junto.
elinformante
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