Por Juan José Razzo
El asunto de las candidaturas morenas mantiene hasta el momento un desarrollo truculento, digno de prestidigitación, en el cual unos a otros se acusaron de mafiosos quienes pretendían permanecer en el poder, después se aquietaron y por decirlo de manera elegante dieron las nylon.
Este asunto tiene tiempo, antes al menos uno de ellos su aliado, dos ediles manifestaron abiertamente que la plaza estaba vendida al crimen organizado y el ya destituido administrador de la aduana declaró que tuvo un enfrentamiento con el alcalde porque estaba igual en contubernio, mientras él impidió el tráfico de armas.
Las acusaciones siguieron, antes con el junior y enseguida cuando se designó como los sucesores a los hermanos siniestros, pero una vez corroborados no sé si por el poder político o el otro, ya todos empezaron a hablar de ellos como ángeles cuando antes eran demonios.
Quizá a todos se les apareció El Remington, Rodolfo Álvarez del Castillo, hombre guapo y célebre pistolero asesino, entre muchos que por los años treinta el GOP (Grand Old Party, Grandioso Viejo Partido) con el Jefe Máximo de la Revolución al frente utilizó para apaciguar las regiones donde los caciques no querían respetar los acuerdos de arriba.
Es posible que la gente despierte y vea este riesgo, pero es difícil aventurarse –lo digo por los demás- cuando de resistirte te pueden coptar de muchas maneras.
elinformante
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